Hacia los mares de la libertad (Sarah Lark)

Y volvemos a otro libro de Sarah Lark, con dos mujeres que tienen que dejar su país natal y viajar medio mundo hasta llegar a un nuevo país lleno de un futuro incierto. Y el país vuelve a ser Nueva Zelanda.

anigif

Tenía que poner ovejas en el post, aunque en este libro no salen demasiado cómo en la saga de la nube blanca.

 

Nos encontramos en 1846, en Irlanda. Michael y Kathleen están enamorados y sueñan con marcharse lejos de la hambruna que asola su pueblo. Sueñan con ir a América, dónde podrán empezar una nueva vida. Kathleen se queda pronto embarazada, lo cuál significa que Michael necesita dinero más pronto de lo esperado. Decide destilar whiskey clandestinamente y espera conseguir mucho dinero para poder irse con Kathleen y criar a sus hijos juntos. Sin embargo todos sus sueños se rompen en mil pedazos cuando Michael es condenado por destilar el whiskey de forma clandestina y robar tres sacos de grano. Será desterrado a Australia, dónde solían enviar a los criminales. Consigue dejarle dinero a su amada y ambos se prometen que se esperarán y que él volverá a buscarla.

Entre tanto, Kathleen es obligada a casarse con un comerciante de ganado, quién se la lleva a Nueva Zelanda, pagando el pasaje con el dinero que Michael dejó a Kathleen. En Nueva Zelanda, Kathleen no tendrá una vida fácil, vivirá aterrorizada por los contínuos celos de su marido y su actitud posesiva para con ella. Ian, el marido de Kathleen, la maltratará en su pequeña granja. Kathleen en un principio parece tener reservado un futuro criando hijos y manteniendo la granja, mientras ve como su marido enseña trucos viles a sus hijos con los animales, para engañar a futuros compradores. También es testigo de lo diferente que es el trato de Ian para con el primer hijo, pues sabe que es hijo de Michael Drury. La vida para Kathleen no es fácil pero al menos se hace con una amiga, una vecina que a pesar de afirmar que ama a su marido locamente y que según ella, él también la quiere,, también vivirá penurias. Al final Kathleen hace lo mejor que podía haber hecho y abandona a su marido, yéndose con su amiga, a la que tampoco le han ido bien las cosas en su matrimonio.

Por otro lado, en Londres, Lizzie es una joven que no ha tenido más remedio que hacer la calle para ganarse la vida. Fue abandonada de pequeña en un orfanato y siempre ha tenido que luchar para sobrevivir y salir adelante. Un buen día roba en una panadería una barra de pan y un par de pasteles, estos últimos para los hijos de la compañera con la que vive. Lizzie también es condenada a Australia por robar y viajará en el mismo barco que Michael.  Me da mucha pena cómo Lizzie tendrá que salir adelante y cómo los hombres siguen aprovechándose de ella a lo largo del libro y cómo ella tiene que acabar de nuevo ofreciendo sus servicios por un motivo o por otro. En especial me dio pena cuando ella trabaja en una casa como doncella y el dueño se aprovecha de ella.

Michael conseguirá escapar de Australia (aquí tengo que hacer referencia a que un preso intentase huir disfrazado de canguro, al parecer es algo verídico que me ha hecho gracia, aunque en el libro también se menciona de pasada) con la ayuda de Lizzie.

Veremos la vida de ambas mujeres y aunque parecía que el libro iba a girar en torno al amor de Michael y Kathleen, sus vidas transcurren por senderos muy distintos. Michael prueba fortuna en la caza de ballenas y se reencuentra varias veces con Lizzie, con quién acabará teniendo una relación sentimental y por quién en un principio no está del todo interesado, pues el recuerdo de Kathleen seguirá presente durante mucho tiempo. Pero Lizzie sí que está locamente enamorada de él.

También acabaremos viendo los yacimientos de oro, cómo ya los vimos un poco en la otra trilogía de la autora, aunque aquí se está más tiempo con ellos. Volvemos a aprender de los maoríes y sus costumbres y por suerte ahora no hay ninguna preciosa y creída Kura.

Pasarán diecisete años, diecisiete años en el que Kathleen y Lizzie han luchado para sobrevivir de todas las maneras posibles. Y empecé a dudar de que Michael y Kathleen se fuesen a encontrar alguna vez. Pero se reencuentran, justo cuando Lizzie iba a ser feliz por fin. Por un momento parece que Kathleen y él van a volver a ser felices pero aunque ambos se siguen amando, ya no es lo mismo y ambos ya tenían sus vidas hechas y aunque pasan un tiempo juntos, ya tenían su futuro al lado de otro, que en el caso de Michael es su verdadera alma gemela. Bueno en  el caso de Kathleen también pero no me ha entusiasmado.

Me ha parecido un libro entretenido y me ha gustado aunque no tanto cómo En el país de la nube blanca o La canción de los maoríes, quizá porque fueron los primeros que leí de ella.

El libro sigue la estela de los otros, aunque podría haber elegido otro país, porque al final se va a estancar y va a estar repitiendo una y otra vez la misma historia.

En esta ocasión no me he decantado por una u otra protagonista (cómo me ocurrió en los otros libros) las dos me han gustado.

Por cierto, me he pasado todo el libro preguntándome si Gwyneira ya estaría por Nueva Zelanda, aunque sin acordarme del año exacto en el que llegó (no tenía ganas de buscarlo) y al final me he llevado una pequeña alegría. ¡Se menciona a los Warden de la Hacienda Kiward! No recuerdo que en «La nube» se mencionase Hacienda pero serán cosas de la traducción. Aún así me he puesto contenta con ese pequeñísimo detalle. Aunque puede ser que sólo se refiriese a Lucas Warden y su padre (no recuerdo el nombre) y que Gwyn aún no hubiese llegado.

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